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La mujer en Émile Zola

Me gusta la fuerza con la que están impregnadas las novelas de Zola, la agudeza de sus descripciones y su habilidad para describir el mundo. Llama nuestra atención hacia los detalles más pequeños, que constituyen el escenario en el que sucederán todas las cosas. La narración es fluida, los sucesos se siguen de manera natural, a tal grado que difícilmente se podría pensar que la historia pudiera tomar otro camino.
No sólo dibuja los eventos, narra una historia que puede competir con el trabajo de periodistas y sociólogos. Zola no se aventura a sacar conclusiones de ningún tipo, simplemente muestra al lector lo que tiene frente a él, el lado primitivo del hombre junto con su presupuesta civilización y progreso. Las novelas están impregnadas de trazos oscuros, no por su falta de claridad o de datos, sino por una suerte de pesimismo.
No pretendo abarcar su obra en este artículo, lo cual sería ingenuo y absolutamente imposible. En cambio, ofrezco una reflexión sobre el papel de las mujeres en sus novelas. Zola no alaba un tipo de mujer, ni valora los distintos caracteres de estas, sin embargo, puede decirse que las mujeres del “pueblo” son mucho más interesantes que las mujeres de etiqueta.
Elegí a la mujer sin mucha justificación, quizá por serlo yo y por la gran impresión que sus personajes fueron dejando en mí desde que empecé a leerlo. El detonante, ciertamente, fue Thérèse Raquin, de sangre africana responsable de su pasión y creatividad sexual. Ella, me parece, describe un rasgo común de toda mujer: la energía y espontaneidad. Estos rasgos que la buena educación se ha encargado de borrar en la mujer burguesa son llevados a su límite por Thérèse.
No niego la tensión y enmascaramiento que la sociedad ha impuesto sobre el hombre, pero hacer una reflexión al respecto requiere otro artículo, ese es otro tema. La bête humaine es una muestra de esa tensión, presente en ambos géneros.
He considerado analizar primero a la mujer, porque en cierto sentido parece que su aparición en la vida masculina o en los planes del hombre motivan al cambio. Este cambio no se da necesariamente por amor, basta la pasión femenina para alterar el espíritu masculino.
Emile Zola no habla de una sola mujer, las retrata, como sucede con el resto de sus personajes sus acciones son motivadas por los eventos, su espontaneidad responde a la naturalidad de los sucesos. Estos personajes se oponen a los retratos típicos de la mujer burguesa, probablemente letrada y completamente inútil. Inútil porque no sabe nada de este mundo, sino del mundo que le han construido y del cual se cree dueña en cierto modo.
Un ejemplo de este tipo de mujer se encuentra en el mismo Zola, la burguesía dibujada en Germinal, mujeres de etiqueta incapaces de cuidarse por sí mismas, incapaces de vivir en la realidad que las rodea diseñan un mundo de comodidades artificiales.
Las mujeres de Zola no son necesariamente bellas, tampoco son feas, sin embargo poseen ese encanto oculto del cual es dueña Thérèse que las hace casi irresistibles. Son personajes vivos, están fuera de todo formalismo y de las normas sociales. Sus acciones y pensamientos tienden a chocar con nosotros  por su naturaleza espontánea, sin dejar por eso de ser “evidentes”.
Parece estar consciente de su evolución a lo largo de la historia, a pesar de que sus acciones no están del todo bajo su dominio, sabe lo que sucede con ella y a su alrededor. Es el tipo de mujer que prefiere morir, antes que ver vivir a los suyos bajo el engaño  de las prácticas sociales.
Resulta interesante notar que ellas no se reconocen como incitadoras de los impulsos masculinos y si lo hacen no intentan usar su encanto para persuadirlos ni mucho menos. Poseen gran orgullo, son pasionales pero no desenfrenadas; son astutas pero no embusteras.
Por último, estoy consciente de que cabe más de una excepción a mi escueto análisis, y valdría la pena hacer un estudio de tipo sociológico de cualquiera de sus obras para darse cuenta de que lo que he dicho no es erróneo, sino que le hace falta detalle. Entretanto los invito a leer a Emile Zola, les aseguro que será tiempo bien invertido.

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