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Mostrando entradas de enero, 2011

Esperanza

Los ojos llenos de sangre, la idea fija de acabar con todo desde las entrañas. Sí dejar de ser esto que se es todo el tiempo y cada vez, la misma cara frente al mismo espejo estúpido. Y las palabras que nunca fluyen, son solo veneno. Un cerebro plagado de cicatrices, herido en sus memorias, una máquina descompuesta. La inteligencia del genio desperdiciada por emociones vertiginosas. Y de vez en cuando hundirse en el lodo, en la basura visceral, y buscar un poco de aire fresco fuera de este cuerpo. Limpiarse con la fuerza de una tormenta y crecer con su enojo para eliminar todo desde la raíz. Autodestruirse para renacer.

El diario

El viejo no se movía de la banca, tenía las piernas hinchadas y le dolían los pies. Veía, sin prestar atención, los niños jugando fútbol. El día estaba soleado y el aire estaba cargado de polvo. El bastón descansaba a un lado de la bolsa llena de cartas y papeles sueltos que el viejo no soltaba. No podría decirles cuanto tiempo llevaba allí, parecía esperar algo o alguien. Se mostraba resignado, como si su espera fuera una última señal de esperanza. Empezó a sacar las hojas, acomodándolas según su tamaño, las más grandes detrás de las más pequeñas. Algunas volvieron a la bolsa arrugadas, las demás fueron leídas con mucho cuidado. Eran recuerdos, fragmentos de diario, unos fechados, otros sólo contenían palabras sueltas. Lunes 27 de agosto 1950 Marco me prestó el dichoso libro, lástima que no me interesa leerlo. Volví a salir con Claudia, es muy bonita, pero tiene algo que no me gusta. Habla de todo con gran interés, me aburro, pero me gusta verla hablar. -------------- De no ser por s