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Mostrando entradas de octubre, 2010

Eres como un niño que suelta ideas al azar, deja correr las palabras y luego, tranquilamente exige un beso. Llevas en el pecho un ruido eterno, penas ajenas, dolores históricos que poco tienen que ver contigo. Lo nuevo te parece extraño y ajeno, no te gusta lo que conoces ni sientes la necesidad de ir más allá. Estás aquí como en cualquier otro lugar y aunque tú no lo veas tus ojos muestran mayor curiosidad de la que te gustaría admitir. Eres capaz de percibir el ir y venir del mundo, las inconsistencias del movimiento, las irregularidades en los pensamientos. Todo cambio de humor te afecta, absorbes energía y no te das cuenta. No sabes que cuando hablas alteras la realidad, dejas de señalar los hechos. Tus palabras no son meras etiquetas, son la realidad misma bajo tus ojos críticos y siempre inquietos. Tus ideas no están quietas, evolucionan, se retrotraen, desaparecen y son descubiertas. La vida te envuelve y al intentar darle sentido te olvidas de ti mismo, te vuelves sordo al ru