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Mostrando entradas de diciembre, 2011

Ciudad

Me esperabas somnolienta, entre el cielo nublado y el sol del atardecer que las pintaba de naranja y rojo. Se iluminaba tu pálido rostro bajo esta luz mágica pero no te podías dar cuenta. Dormías y de vez en cuando me hablabas como para hacerme saber que me dabas la bienvenida. Tu respiración suave y discontinua revelaba tu inquietud. Temías quedarte sola, y ahora que volvíamos a ti temblabas de angustia y es que tu mal ya no es algo que puedas ocultar. Tus heridas están expuestas, de nada sirve que te llenes de joyas, ni que lleves puesto el más bello de tus vestidos. Cada uno de tus pasos es incierto, te meces suavemente según la dirección del viento, quieres mantenerte de pie y hacernos creer que este es un mal pasajero, pero no nos engañas más. Te conocí cuando aún se podía caminar a media noche por tus calles, cuando el tránsito nunca pasaba de la media hora, cuando la basura no invadía toda una cuadra, incluso antes de que los condominios terminaran con las casas grandes y viejas