Me esperabas somnolienta, entre el cielo nublado y el sol del atardecer que las pintaba de naranja y rojo. Se iluminaba tu pálido rostro bajo esta luz mágica pero no te podías dar cuenta. Dormías y de vez en cuando me hablabas como para hacerme saber que me dabas la bienvenida.
Tu respiración suave y discontinua revelaba tu inquietud. Temías quedarte sola, y ahora que volvíamos a ti temblabas de angustia y es que tu mal ya no es algo que puedas ocultar. Tus heridas están expuestas, de nada sirve que te llenes de joyas, ni que lleves puesto el más bello de tus vestidos. Cada uno de tus pasos es incierto, te meces suavemente según la dirección del viento, quieres mantenerte de pie y hacernos creer que este es un mal pasajero, pero no nos engañas más.
Te conocí cuando aún se podía caminar a media noche por tus calles, cuando el tránsito nunca pasaba de la media hora, cuando la basura no invadía toda una cuadra, incluso antes de que los condominios terminaran con las casas grandes y viejas de los mejores barrios.
Sólo quienes te desconocen creerán que no haz cambiado, algunos sólo hablan de tu hiperactividad, del aparente caos que reina en cada una de tus actividades; otros hablan de ti como si se tratara de un edén, embriagados por tu energía y la luz que irradia.
Y toma tiempo conocerte, toma tiempo saber que no eres pura perdición y que tus heridas no han llegado aún a tu corazón; toma tiempo conocer tu belleza siempre encantadora. Te dejas ver por momentos magnífica y gloriosa, sencilla y vivaz. Te dejas ver oscura y temblorosa, llena de rencor y odio.
Y yo no puedo hacerte ver que te estás cayendo, no por fea ni por desagradable, sino por ciega y orgullosa. Pero tampoco puedo contemplar tu caída, como la de una diosa que nos lleva al inframundo hasta que pueda ponerse una vez más de pie. Sería injusto que no nos tomaras en cuenta, pero ¿tú qué sabes de justicia? si es que tienes memoria lo recordarás. Y sería innoble que te desvanecieras por simple orgullo, reconoce tus penas y levántate antes de que sea demasiado tarde.
La ciudad y el eterno amor/ odio de sus habitantes. Megusta!
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