México se encuentra entre los primeros países con un mayor índice de
obesidad junto con Estados Unidos e Inglaterra. Esta situación nos concierne a
todos, se trata de un problema de salud nacional. Los gastos médicos derivados de
las complicaciones de este padecimiento se elevan cada vez más y con ellos los
casos de muerte.
La Academia Nacional de Medicina, emitió a principios del año en curso, el
libro: Obesidad en México:
recomendaciones para una política de Estado. En la presentación del libro
estuvieron presentes miembros del Instituto Nacional de Salud Pública, y de la
UNAM quienes apoyan la iniciativa de la ANM.
A pesar de que llevamos tiempo ocupando los primeros lugares en obesidad
mundial, poco se ha hecho al respecto. La mercadotecnia sigue estando por
encima de las medidas de salud, lo que nos lleva a pensar que sigue siendo más
importante el éxito de estas empresas que el bienestar de los consumidores.
Es una tarea del Estado considerar los puntos establecidos por este libro y
pensar en su pronta aplicación. No se trata de quitar del mercado la comida
chatarra, sino de dar información real al consumidor sobre el producto que se
encuentra entre sus manos. Debe fomentarse la idea de una vida saludable y
proporcionarse los medios para realizarlo. En fin, queda aún mucho trabajo por
hacer.
Pero la obesidad no sólo es causada por malas etiquetas en los alimentos y
no sólo provoca enfermedades como la diabetes. Para comprender la obesidad
debemos considerar los problemas que se encuentran detrás de ella. La pobreza
forma parte del problema: si el refresco es más barato que el agua y un
alimento alto en grasas y azúcares es más accesible que uno alto en proteínas y
carbohidratos buenos, la elección queda en el monedero. La obesidad tampoco es
un problema que puede tratarse en todos los pacientes de manera unilateral,
puede tratarse de un trastorno alimenticio y el no reconocerlo complica su
tratamiento.
Ciertamente la indiferencia con la que las empresas tratan al problema tiene
un peso importante. El consumo negligente de estos productos forma parte del
cotidiano de miles de familias, los niños se hallan expuestos a estos alimentos
y son incapaces de conocer los riesgos que esto implica. La publicidad de estos
productos promueve un ideal de felicidad, consumiéndolos uno es feliz, o al
menos eso nos dicen las imágenes.
A un lado de este mundo consumista se encuentra un mundo casi igual de
oscuro: la venta de productos para adelgazar milagrosamente. Una y otra vez se
ataca a un consumista vulnerable y desconocedor de lo que le están realmente
ofreciendo. Mientras aumentan los números en casos de obesidad aumentan los
productos milagrosos para perder peso.
Esto debe llamar nuestra atención, la obesidad conlleva problemas psicológicos
y de autopercepción preocupantes. La
comida se convierte en un área de confort en muchos casos, es una forma de
evadir los problemas del cotidiano. Pero la mala comida en exceso lleva a los
individuos a tener problemas de peso, lo cual puede llevarlos a tener una mala
percepción sobre sí mismos o baja autoestima. La solución rápida se encuentra
en los medicamentos milagrosos, los cuales les dan una cierta tranquilidad al
momento de comer.
Si no se contemplan las complicaciones psicológicas de la obesidad su
tratamiento será más complicado. Los programas de prevención contra la obesidad
son los más importantes ya que evitan el desarrollo de estas complicaciones.
Sin embargo, en una persona ya afectada por la obesidad debe considerarse lo
que representa la comida para ella y si oculta detrás de su consumo alguna
vulnerabilidad.
La promoción del deporte y de actividades culturales sirven para poner en
acción a todos estos individuos, demostrándoles que pueden ir más allá del
círculo vicioso en el que se encuentran. La cultura del consumo absorbe a los
individuos y no permite que estos se entiendan fuera de ese mundo. En el caso
de la comida se trata de un problema de salud nacional, en el cual los
individuos deben ser guiados a lo largo de su recuperación de manera que
comprendan el valor que tiene su vida y los daños que pueden ocasionarse.
No debe verse la obesidad como un problema que concierne únicamente a
individuos que no pueden mantener una dieta. El problema es mucho más complejo
de lo que se ha dicho en nuestro país. Me parece que es tiempo de hablar de
trastornos alimenticios abiertamente y sin restricciones; es necesario incluir
el aspecto psicológico de esta situación. Me parece que es tiempo de investigar
e informar de manera pública todo lo que concierne esta clase de problemas. Es
un tema de urgencia nacional y no un simple tema de actualidad.
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