Vas al encuentro de una copa de vino, de un whisky en las rocas, de un tequila barato o de un ron cualquiera. Te inventas gustos refinados para disfrazar tu falta de categoría, los zapatos que no combinan con la camisa, el pantalón a rayas, el saco a cuadros. Untas el foie gras como se unta la mantequilla, de tres tenedores usas siempre el mismo, tu lugar siempre termina rodeado de migajas de pan. Caminas con el brazo medio levantado, la muñeca ligeramente doblada, como si quisieras mostrarle a todos que acabas de hacerte un manicure. Te rodeas de gustos y placeres exóticos para disfrazar el vacío que ves en ti. Bebes una copa, dos, la botella, has olvidado que te encuentras en un bar lleno de todo o que odias. Mujeres en mini falda que se entregan con soltura a las manos de un señor de jeans y botas de cuero, música electrónica que no sabes bailar, mujeres que te ven desinteresadas, hombres que se rodean de hombres con dinero. Los odias a todos porque tú no sabes cómo estar a...
Sigo buscando el principio de mi historia.