Me gusta ver la televisión
mientras hago ejercicio en mi bicicleta de departamento. Para personas
como yo que tienden a vivir en una burbuja es importante pretender estar informados sobre lo que aparece en la televisión, sin perder realmente el tiempo en ello.
Esta semana me tocó ver
un concurso entre agentes inmobiliarios. Tres agentes presentan cada
día a una familia diferente la “casa de sus sueños”, al final
de la semana gana quién haya mostrado el mayor número de casas
favoritas. Lo que me llamó la attención fueron los gustos de las
familias en cuanto a la decoración de las distintas casas y
departamentos. Noté algo que seguramente ustedes también han visto
y que ya intuía desde hace cierto tiempo. Una decoración moderna y
bella rima con homogeneización. No es sólo que en los espacios
dedicados a la venta de muebles y elementos de decoración todos los
artículos se parecen, las personas esperan que esos elementos se
encuentren en los hogares. Así que no se trata simplemente de falta
de oferta, pero de un cierto condicionamiento.
Ese fenómeno lo había
visto hace un año cuando dos amigos míos se hicieron de un espacio
propio, aunque viven en países diferentes y tienen gustos bastante
distintos el interior de sus estudios era extrañamente parecido. El
resultado era bueno, me gustó la manera en la que decoraron su nuevo
hogar, pero hoy reconozco que eso me incomoda un poco. Desde ese
entonces he entrado a distintos hogares y visto los mismos muebles,
los mismos platos, incluso los mismos cuadros. Por un lado pienso que
esa clase de objetos son un tipo de salvación, nos permiten decorar
nuestras casas a un precio bastante bajo. Podemos “vestir”
nuestro nido de amor, nuestro castillo estudiantil, nuestra cocina de
chef amateur... Estos artículos nos han invadido, pero no creo que
sea sólo por su bajo precio o su presencia en cada centro comercial.
Lo que aprendí esta semana es que las personas esperaban ver ese
“estilo” en las casas que visitaban.
Lo que me inquieta no es
que haya hogares con decoraciones y muebles semejantes, sino la
escala en la que esto sucede. El estilo moderno parece borrar las
particularidades culturales e incluso la personalidad de los
habitantes. Las casas que corresponden a la región tienen carácter
o caché, es decir son vendidas como algo exótico, cuando lo exótico
debería ser lo moderno o como me gusta llamarle, el estilo IKEA. Se
incorporan cada vez menos objetos auténticos, pero copias
estandarizadas de esos objetos. Eso es lo que me incomoda. Me parece
normal que toda casa mexicana tenga artesanias como parte de su
decoración, sin embargo si IKEA empieza a vender algún objeto
mexicanizado este no tendrá el valor de la artesania de origen ni
representará México. Ese artículo se convertirá en un estándar
decorativo, algo que se tira tan facilmente como se compra. Me parece
también natural y deseable que se compartan tendencias, que los
diseños se vuelvan depurados, pero que no pierdan de su
autenticidad.
No sé qué haré cuando
tenga mi hogar, uno que pueda transformar a mi gusto, ¿qué tan
dificil será conseguir aquello que ni siquiera sé aún que deseo?
¿Podré construir un espacio privado aunténtico o me rendiré ante
la comodidad relativamente bonita de IKEA?
Comentarios
Publicar un comentario