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La pesante ligereza de Lucie Mora

PRIMERA PARTE


I


“Wherever a person hurts, that’s where his heart beats”
Elif Shafak – The Gaze
Estado de México – 2006

Me acerqué una vez más al plato de sándwiches y tomé uno de puro queso. Me gusta el sabor de ese pan barato medio dulce tipo brioche, el contraste con el queso me sorprende en cada bocado.
-Oye Piggy deja un poco eso necesito tu ayuda.
Me lo dijo con una gran sonrisa tomándome calurosamente por la cintura.  Estefanía solía hablarme así, era parte de su forma de acercarse a las personas. Recuerdo que el día que nos conocimos me trató de imbécil porque no sabía que significaba “efemérides”. Teníamos 10 años y yo acababa de cambiar de escuela. Recuerdo que ese fue el primer día de clases y que aparte de ser insultada por ella había pasado completamente desapercibida. Ese día lloré desde que me subí al coche de mi madre a la salida.
La acompañé a su cuarto, no tenía por qué hacerlo, ni siquiera estaba segura de la razón por la cual una vez más asistía a uno de sus cumpleaños. Siempre me había desagradado su manera de hablarme, los otros podían manejarlo y me avergonzaba mi sensibilidad. Pero había otras razones detrás de mi incomodidad. Una de esas era su obsesión por los jóvenes insípidos.
-Wey, me acaba de decir Laura que Christian se fue a la fiesta de Mariana con Ernesto. El muy joto me llamó en la mañana con voz de “enfermo” tipo… está bien pendejo si cree que no me entero de todo. ¿Está cabrón no?
-Pues yo ya te dije, no deberías insistir.
-¡No mames pendeja! Ni que fuera una pinche rogona, yo sé que le intereso además no sabes lo bien que hablamos cuando no está su perra de novia.
-Bueno…
-Oye, dice mi mamá que te puedes quedar a dormir hoy para que no se preocupen tus papás si entramos demasiado tarde.
-Vale, gracias.
Me hubiera gustado quedarme en su cuarto, platicar con ella, aunque fuera de cosas estúpidas como su Christian. Nunca sabía darle un consejo atinado, odiaba que me insultara, me enojaba y prefería poner mi mente en blanco. ¿Y qué podía decirle yo sobre todas esas personas que la rodeaban? No las conocía, lo único que me habían mostrado era indiferencia o burla. Recuerdo mi primera semana en la escuela nueva, no sabía escribir bien en español, pero sabía escribir bien en francés, claro a nadie le importaba porque todas las clases se daban en español. La profesora de español había entregado nuestro dictado de nivel enunciando las notas en voz alta, cuando llegó a mí se encargó de decir lo más fuerte posible:
-“¡Señorita Mora, le recuerdo que esta no es clase de inglés, a su edad debería saber que ‘comunicación’ se escribe con ‘c’ y no con ‘t’!” 
La humillación fue absoluta, yo ni siquiera sabía hablar inglés, la odié en ese instante y lo único que hice fue reírme, por no pasar como una incapaz frente a los demás. Me preocupaba mucho cómo el resto del salón pudiera percibirme, se burlaron y sentí sus palabras instalarse en mí. Pero todos se burlaban de todos en ese entonces. Simplemente no podía soportarlo, mi mejor y única amiga me trataba de imbécil y cada persona a mi alrededor esperaba la oportunidad para burlarse de cualquiera. Necesitaba un amigo de verdad, un lugar tranquilo para entender que no me atacaban particularmente a mí. Y los que más se reían a mis espaldas, los que más aprovechaban de mi incapacidad de adaptarme eran los mismos que Estefanía ahora llamaba amigos. No los odiaba, porque eso me parecía absurdo, pero entre ellos y yo había un abismo que ninguno estaba dispuesto a franquear. Nuestras sensibilidades eran distintas, probablemente también nuestras responsabilidades y por lo tanto nuestras concepciones del mundo. A veces los envidiaba como quizá ellos también me envidiaban a mí, pero estábamos bien en nuestros universos.
Esa noche tenía particularmente hambre, pero yo era la única en haber comido los sándwiches que la mamá de Estefanía había preparado. Ninguna comía por temor a no verse bien en sus vestidos relamidos. Estaban cada una más delgada que la otra, el cabello igualmente alaciado, el mismo rímel negro y contorno de ojos negro intenso. Cada una era la copia de la otra, se adulaban y detestaban a la vez porque ninguna podía decirse fea. Pero yo no usaba vestidos relamidos ni llevaba uno, mi cabello es tan rebelde que ninguna tenaza sabe domarlo y nunca me he realmente maquillado. Visto así que comiera o no antes de salir a bailar hacía poca diferencia en cómo podía verme más tarde en la noche. Si a eso se le añade que nadie prestaba real atención en mí y que mi cabellera solía ser lo único que se retenía sobre mi imagen, mis decisiones no cambiaban nada.
No entendía porque no me había opuesto a salir con todos ellos, no me agradaba tener que rogarle a un guardia que me dejara pasar a una discoteca donde ni la música ni la gente me interesaba. Tampoco tenía dinero para gastarme en bebidas. Para poder beber de las botellas de los juniors que habitaban esos sitios cada fin de semana se tenía que ser como todas esas copias de mujeres. Tanto por fuera como por dentro, es decir que no bastaba el vestido relamido, pero se necesitaban las aspiraciones vacías y pudor hipócrita que las carcomía. Iba por darle gusto a Estefanía, para liberarla, así yo era la más extraña, alcanzando los límites inaceptables de lo exótico. Como un oso polar en un centro comercial o un tigre en un circo.  

Estar ahí me hacía verme a mí misma con los ojos de todos esos desconocidos, sin saber realmente si me observaban realmente o veían a través de mí.

Comentarios

  1. Tu manera de escribir te captura en cada parrafo. Crea una sed de saber mas sobre la historia y lo que continuara.

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  2. Muchas gracias, ya vendrá más^^!

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