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La pesante ligereza de Lucie Mora - extracto

VI
Emerveillé que je continuais à être par cette
manière de se diriger ne se fondant que
 sur la plus pure intuition et tenant sans cesse du
 prodige, j’étais aussi de plus en plus alarmé de sentir que,
lorsque je la quittais, elle était reprise par le tourbillon
de cette vie se poursuivant en dehors d’elle…
André Breton – Nadja

Estado de México – 2009

-Dime, Lucie, ¿por qué sales con ese tipo? Lee a Kant, debería ser suficiente para sentir que estás con él.
-Calma, no todos debemos ser amantes de tu filosofía bohemia. Y si salgo con él o no es mi problema, ¿no crees?
-Tienes razón, como siempre. Pero yo soy mejor que él, te lo garantizo.
-Ni él ni tú, uno no puede ganarle al otro. Él me abre puertas que tú nunca supiste mostrarme y tú me llevas por pasadizos escalofriantes y hermosos que él desconoce. Pero tú y yo ya terminamos. Te acuestas con la nueva de tu universidad, es más inteligente y rica que yo, sales ganando ves. Te labré un camino de pétalos de rosa y de magnolias.
-Qué dramática eres por momentos, querida.

El resto del grupo llegaba al fin, me inquietaba quedarme tanto tiempo sola a su lado, no que me siguiera gustando pero los nervios se asemejan por momentos al deseo. Eduardo odiaba que fuera a estas reuniones de club-cine. Le daban unos celos inconmensurables y por una semana intentaba demostrarme que el cine de arte era “una mierda”. Odiaba ante todo que viera a Santiago. Se habían encontrado alguna vez en una de esas reuniones interuniversitarias y una batalla metafísica había empezado entonces. Cada uno buscaba mostrarme que era intelectualmente superior al otro y que sabía ir más lejos en todo lo que concernía el más-allá.

Santiago me quería filosóficamente o literariamente. Me idealizaba como a las mujeres francesas de la liberación sexual y yo era un avatar, su amuleto de la buena suerte, una suerte de oráculo inconsciente, un tótem… Lo aceptaba sin poder amarlo, sintiendo un miedo instintivo por su pasión poética.

“Instintivo…los animales sobreviven por su instinto, pero no los hombres, a nosotros el instinto nos condena, o eso parece.” La película había comenzado pero no lograba adentrarme en la historia, mi mente funcionaba a pasos acelerados uniendo toda clase de pensamientos. “Instinto es eso que aprendemos a contradecir desde chicos, la sabiduría de la madre tierra enterrada en el fondo de nuestro ser. Un tipo de revelación sobre lo que debemos hacer, alejarse de Santiago y de Eduardo por ejemplo.” Pero no podía obedecer esa voz ancestral, al vértigo que sentía cada vez que nos decíamos “te quiero”, debía enfrentarme al miedo, otro de mis rituales seguramente.

Ya todos se habían levantado e iban por cervezas o comida. Santiago se acercó a mí impaciente por escucharme, por preguntarme todo tipo de cosas que le harían saber si él o Eduardo era el mejor.

-Lucie, ¿cómo supiste que debías abandonarme?
-Ya no me acomodaba ser tu oráculo, empecé a oler una maldición.
-Y ahora, ¿qué eres?
-Un cuadro de Marie Laurencin, aunque quisiera ser un Carrington.
-¿Y Eduardo?
-Un Klee.
-¿Los dos son cuadros?
-Sí, ser actor del mundo es un tanto difícil.


Es cierto ya no tenía por qué señalarle caminos ni darle respuesta a sus preguntas. Se fue con un aire insatisfecho, despidiéndose con sus dos manos sobre mi nuca, anunciándome que no me había dejado.

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