"Acabo siempre aludiendo al centro sin la menor garantía
de saber lo que digo, cedo a la trampa fácil de la geometría
con que pretende ordenarse nuestra vida de occidentales:
Eje, centro, razón de ser, Omphalos, nombres de la nostalgia
indoeuropea. Incluso esta existencia que a veces procuro
describir, este París donde me muevo como una hoja seca,
no serían visibles si detrás no latiera la ansiedad axial, el
reencuentro con el fuste." Rayuela, Cortazar
La guerra sabe, por
momentos, a venganza y raras veces a justicia. Porque lo que se define como justo
siempre tiene algo de subjetivo. Lo que es justo en un lugar no lo es en otro,
o no por las mismas razones y eso puede cambiarlo todo. Y si lo que justifica
un acto de justicia es su resultado, pueden ignorarse las motivaciones
subyacentes. Pero si ese no es el caso, y eso es lo que pienso, debemos
mantener un ojo sobre las motivaciones y los medios empleados para hacerse del
fin.
Cuando gente con
culturas distintas se unen para hacerle frente a un mal común se asume cierto
riesgo. Las revoluciones tienen mucho de esto, una unión conveniente en la que
no podemos tener confianza completa. Y a pesar de todo debemos tener la
esperanza de que todo irá bien, que nuestro vecino de combate no nos dejará
caer después de la batalla, que podremos vivir en armonía una vez el mal
vencido. El riesgo debe tomarse, porque siempre existe la posibilidad que las
cosas vayan bien.
Nuestra historia está
llena de malos pasajes, de momentos turbios y de eventos aún indecibles.
Intentamos
dar razón de lo que ha pasado, pasa y pasará en el mundo, pero sabemos que
mucho dependerá de nuestra capacidad de transformación. Somos creaturas
maravillosas y complejas,
también somos seres vulnerables y podemos en un
instante perder el rumbo. Nuestro pasaje a través del tiempo es turbulento.
Construimos un mundo con un solo centro y todos nos situamos en él, algunos
locos y otros genios deshicieron ese centro, lo desmoronaron e hicieron del
mundo una serie de nodos.
Somos nodos, ninguno
de nosotros es más importante o relevante que otro, nuestras relaciones sirven
sólo para conectarnos con nodos más lejanos, sin que tengamos ningún centro. Pero
pocos lo admiten y siguen buscando un centro, un parámetro único para juzgar
sus acciones, desechando todo aquello contrario a lo que han creado. En nuestra
mente somos el centro del universo y como nunca hemos ejercido nuestras capacidades
nodales no sabemos cómo cambiarlo de lugar. No podemos entender lo que ve y
vive el otro porque somos incapaces de ponernos en su lugar. Pero si dejáramos
de creer en la existencia de un centro y empezáramos q ver lo que nos une,
nuestra historia se escribiría con otras letras.
Un evento puede
unirnos a todos, como puede separarnos, pudimos ser cualquiera en este mundo,
pero nacimos siendo nosotros. La justicia, así como la guerra son armas
delicadas que juegan con el equilibrio del mundo, nos desorientan, nos obligan
a reconstruirnos y a cuestionarnos. Somos seres nodales, unidos por lazos
ancestrales y los nudos entre nosotros necesitan de la cooperación de todos.
Estamos aquí y en otro sitio completamente distinto, nuestras acciones se justifican por lo que pensamos y tampoco. Debemos construir nuestro mundo altramente y ahí está toda la dificultad.
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