Bosques de Reforma 7:50 am |
Para algunos Monte de las Cruces es un lugar con valor
histórico, para otros como yo es un medio de transporte poco lujoso e
indispensable. ¿Qué haríamos los miles de habitantes cuajimalpenses sin sus autobuses?
Entre nosotros y el resto de la ciudad está la carretera México-Toluca, mortal
enemigo de los borrachos por sus pronunciadas curvas y enemigo en general de
cualquier conductor poco experimentado dada la abundancia de baches. Nos guste o
no dependemos de estos vehículos para sentirnos parte de la ruidosa Ciudad de
México.
El crecimiento de Santa Fe trajo consigo nuevos autobuses que
si bien no abarcan todo nuestro camino pueden ayudarnos en casos de crisis. Y a
pesar de las nuevas opciones y todo ese crecimiento las rutas del Monte de las
Cruces no dan el ancho. Los metros que sirven de vínculo con el resto de la
capital son: Observatorio, Tacubaya y Chapultepec. Ahí hacen base estos autobuses
y para quien no conoce aún Cuajimalpa los destinos anunciados pueden resultar
un tanto exóticos.
Por cosas de la vida o azares del destino la estación que
más he usado es Tacubaya, otro lugar con valor histórico que se ha convertido
para mi cotidiano en un centro microbusero. Cada vez que he llegado a ese sitio
me ha parecido nuevo, siempre me ha sorprendido pero creo que sí me ha cansado.
Lo he dicho muchas veces: Tacubaya es horrible. Sin embargo, no puedo dejar de
quererlo. El suelo acumula mugre de todo tipo desde hace décadas, los puestos
de comida fríen la comida con aceite de olores extraños y se vende casi cualquier
clase de artículo o accesorio.
Si han tenido la fortuna de pasar por Tacubaya puede que
no entiendan el cariño que yo sentía por esa estación de metro. Ante todo fue
gracias a ella que pude conocer la ciudad de manera autónoma desde joven. Tres
líneas convergen ahí: la rosa, la naranja y la café, eso me daba una gama amplia
para desplazarme incluso cuando no tenía claro dónde quería ir ni qué quería
hacer. La quiero porque representa un símbolo de libertad y autonomía, cada vez
me hacía sentir que la ciudad me pertenecía. Mis opciones para vagar se
multiplicaban infinitamente al llegar ahí y cuando estaba muy cansada todo lo que tenía que hacer era tomar el metro y volver al autobús.
Extrañamente Tacubaya siempre me ha hecho sentir segura. ¡Vaya paradoja! ya que
es reconocida como una de las estaciones menos seguras de la ciudad.
Y aunque a menudo el camino me parecía tedioso o aburrido nunca
me hartaba de mi rutina, desde el momento que subía al autobús intentaba
conseguir un lugar o veía como alguien me lo arrebataba casi con maldad,
observaba a la gente a mi alrededor, los automóviles, los edificios…El metro
con su olor particular a mugre, gente y frecuentemente a frenos quemados se
convirtió en parte de mi imaginario y ahí simplemente buscaba mezclarme con la
multitud. Siempre observando, caminando velozmente con la mente quién sabe en
qué lugar.
Pero ya hace mucho tiempo que no piso esa estación. Hace
mucho que no tomo el autobús rumbo a Cuajimalpa ahí y que no me quejo de la
suciedad. Tacubaya ha estado perdiendo su lugar en mi corazón y ahora lo
recuerdo como algo extraño a mí. La verdad es que me ha cansado, la gente me
parece más lenta que antes, los comerciantes más intolerables y los vagones más
llenos. Ya no trascienden en mi día las personas que veo, no las percibo, me he
fundido con el todo y al hacerlo perdí mi habilidad de observadora.
Pensaba todas estas cosas camino al trabajo, cosas mundanas,
lo sé pero importantes. Ya no paso por la carretera México-Toluca, ni piso
Observatorio, Tacubaya o Chapultepec, ya no admiro el paisaje, me he convertido
en el paisaje. Y ya no me importa qué transporte me lleve a mi casa o a mi
trabajo mientras sea el camino más corto y más ameno. Aunque sigo entendiendo a
la ciudad por sus estaciones de metro prefiero estar fuera de sus túneles que
en ellos y eso responde a la necesidad que siempre siento de sentirme
observadora y no observada. Espectador o narrador pero no actor.
Por último, tomando en cuenta que no puedo evitar mezclarme
con el escenario de vez en vez he decidido retratarme, al menos así puedo observarme
a mí misma. En esta ocasión estoy en mi querido Monte de las Cruces aunque
podría decirles que estoy en un tren en alguna parte de Europa y no habría
forma de negarlo. Observándome puedo sentirme aparte del todo, aunque en
realidad no haga más que fundirme.
Chloé.
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