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Soy todo lo que pueda ser

Recuerdo que hace ya muchos años pensaba que el tiempo era circular, aquello me parecía una idea irrefutable, una verdad absoluta y evidente. Pero lo que entendía por "tiempo circular" y lo que en realidad eso sea es algo que debe ponerse en duda. No es que sepa qué es ahora, pero algo me hace pensar que no es lo que imaginaba. 
Ahora que lo pienso imagino algo más bien heraclíteo, ciertamente cíclico pero no repetitivo. Diría que todo cambia y que nada permanece, pero todo lo que cambia sigue un ritmo. Ese ritmo no es un ritmo absoluto y eterno, incluso el ritmo puede cambiar; lo que no cambia es aquello que nos permite hablar de un ritmo en general. Cada ciclo puede tener un ritmo particular o no, el hecho es que seguimos teniendo silencios y sonidos como componentes. 
El tiempo es circular, eso puedo decirlo desde el fondo de mi ignorante mente sin temor a equivocarme, no se necesita ser un sabio para sentir su circularidad. El tiempo también es cíclico, al ser circular no tiene principio ni fin determinado, su principio es su fin y el medio es principio, fin o ambos. El ciclo que termina es tan sólo la mitad de otro que no lo antecede ni le precede. El tiempo me ha atrapado, nos atrapa a todos en un presente que siempre se renueva pero que permanece como presente. El tiempo es ritmo, el presente es ritmo; todo momento ya es pero no podemos tener noticia de él hasta que nos abraza y nos arroja en su movimiento incansable. 
Con frecuencia olvido que sé estas cosas que con tanta seguridad afirmo. Al apartarme del bullicio del mundo vuelven a mí estas ideas y me inquietan. El silencio a mi alrededor me deja escuchar la triste melodía que entona mi espíritu, una tonada débil e inquieta. Estoy segura que no entono la misma melodía que hace dos años ni que hace cuatro o más. En realidad no es relevante llevar la cuenta del tiempo que ha estado cantando así mi espíritu, ni es importante saber hace cuanto cambio ni si ha cambiado. Lo único que importa es que casi nunca logro percibir su lamento. Quizá deba aprovechar mi situación, quizá deba aprender a escuchar con mayor atención esto que siempre me atormenta; mi voz tan frágil y cambiante, que a pesar de todo sigue siendo mi voz y sigue cargando el mismo mensaje.
Soy la de ahora, soy la ayer, soy la de mañana, soy todo lo que puedo llegar a ser, pero ante todo soy lo que pienso ser ahora mismo. Eso es lo que me atormenta, ese yo que pienso y siento a cada instante; el yo que no puedo ver desde afuera como un tercero, la idea de mí misma de la que dependo. Me pregunto cómo pretenden aquellos que están en la realidad que con estas ideas en mente me defina a mí misma. Cómo esperan que yo, siendo tan pasado, presente y futuro, me anuncie ante el mundo y lo enfrente con la cabeza en alto.
Pero yo ya había estado aquí, ayer, hace dos años, hace ocho, no lo recuerdo; yo he estado en esta posición muchas veces, la diferencia es que ahora distingo con mayor claridad la melodía de mi espíritu. Me he maltratado muchas veces por no buscar el silencio y escuchar la música en mi interior. Y no es que ahora quiera mantenerme alejada del mundo, sino que él mismo me ha alejado y no he hallado el modo de volver a entrar en él. 
La disonancia entre mi espíritu y el ritmo del mundo me ha apartado de él de manera definitiva. Mi poca comprensión sobre mi dolor ha complicado mi reintegración. Aún cuando he desarrollado una mayor habilidad para entender mis temores y aún cuando mi corazón se sienta más fuerte que de costumbre, la disonancia sigue impactando mis oídos. La realidad en su conjunto se me aparece como algo a lo que aún no puedo pertenecer. Una mano invisible me mantiene apartada; la tonada en mi interior me exige paciencia y obediencia.
Es por eso que he recordado aquello de que el tiempo es cíclico; lo cambiante con todo y su dinamismo permanece como aquello cambiante. Soy todo lo que puedo ser ahora mismo, es un hecho, pero no soy todo lo que pienso ser. Pero aún no descubro como pensar todo lo que rodea mi idea de mí misma y quizá por eso todo lo que recibo como palabras de motivación por parte de quienes me rodean es un "hazlo" o un "inténtalo". Mis acciones me definirán, sólo mis acciones dejarán hacerme una idea diferente de mí misma. Y quizá nunca llegue a formar parte del mundo completamente, quizá la melodía en mi interior siempre tendrá momentos más disonantes que otros. Incluso podría ser que todos en algún punto nos veamos obligados a salir del mundo porque él o nosotros hemos cambiado de ritmo.
Cuántas veces volveré aquí, cuántas veces tendré que reflexionar, callar y escuchar. Cuántas veces tendré que enfrentarme al silencio y al dolor. Todas las veces son las que tendré que pasar por esto, todas tan iguales y tan distintas a la vez. Mi espíritu está acostumbrado a este intenso ir y venir aunque cada vez sienta que ignora como volver a la realidad. Con todo creo haber aprendido algo hoy, si no es que simplemente lo esté recordando: soy siempre la misma, pasado, presente y futuro convergen en mí. Soy principio y soy final; soy ritmo y soy tiempo; soy la serie de acciones que pongo en marcha.

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