- A veces me siento tonta por sorprenderme por cosas tan normales. Velos subir y bajar de sus coches, velos cruzar la calle en grupo, velos platicar y reír, velos ahí parados en la acera esperando su lugar en el restaurante.
- Ven, no eres ninguna tonta, deja de regañarte y ven conmigo.
-Claro, lo dices como si fuera algo sencillo, pero aquí la tonta soy yo, ¿te has puesto a pensar en lo extraños que somos a ellos?
- Sí, nosotros no tenemos para el coche ni para el restaurante, eso basta para diferenciarnos.
- No, sabes que no hablo de eso, incluso si comiéramos en el mismo lugar que ellos y tuvieramos coche, nuestra mera presencia abriría un nuevo espacio invisible para ellos.
- ¿Espacios? no, no abrimos espacios, construimos mundos, espacio y tiempo, no quieras dejar uno fuera del otro.
- Está bien, a eso iba, ya me cachaste, construimos nuestro espacio-tiempo al margen de su existencia ¿también lo ves?
- No lo veo, lo percibo. Pero de nada sirve percibirlo, al final estamos todos sometidos a las mismas reglas.
- No te servirá a ti. ¿Y de qué reglas estás hablando?
Terminó por acercarse a él, se acostó boca arriba en el hueco que había dejado junto a la pared.
- No son reglas, digamos que están sometidos a la misma "humanidad" que tú y que yo. Creemos que construimos un espacio-tiempo diferente, sin embargo estamos atados a nuestra condición débil de ser humano.
- ¿Y a ti quién te dijo que nuestra condición era débil? yo me siento un poco fuerte, con todo y lo tonta, no veo de dónde salió debilidad.
Acostándose frente a ella le pasó la mano por la mejilla y limpió una lágrima furtiva. El sol dejaba caer sus últimos rayos sobre el buró y un viento ligero pasaba por debajo de la ventana levantando las hojas que en él estaban.
-Ser débil no es malo si uno reconoce su debilidad, ahí está la fuerza de la que hablas.
-De acuerdo, pero eso no explica por qué siento que entre ellos y nosotros existe un abismo infranqueable, al contrario lo complica todo.
-No te aflijas por eso. He ahí la diferencia, mientras nosotros pensamos la creación de nuestro espacio-tiempo ellos lo están viviendo.
-Sí, pero tampoco es eso. Incluso cuando no pienso en esto, cuando decimos y hacemos cualquier otra cosa menos pensar siento que somos otros y que nos encontramos en un mundo contiguo al suyo.
Pegó sus labios sobre los de ella y la abrazó. La noche empezaba a invadir el cuarto y la pequeña lampara sobre el buró no alumbraba mucho. Ella le pasó la mano por la espalda dibujando círculos con la yema de sus dedos; entretanto él ya le había abierto la camisa sin dejar de besarla. El viento les enchinaba la piel y descuidados del frío se olvidaban el uno en los besos del otro, elevándose por encima de este mundo, abandonandose por instantes. Volvían en sí un poco sorprendidos de encontrarse entre sábanas y almohadas, en sí el mundo les parecía cada vez un poco más extraño.
-Te lo dije, estamos siempre al margen.
-O en el centro, o en una esquina, no sabemos.
-Sí, pero en ninguno de los casos estamos dentro.
-Vale, ahora cerremos esa ventana que con ese frío no podremos dormir.
-Descansa.
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