Se cae el velo de mi cara, se desliza por mi rostro y finalmente veo la extraña realidad. Quizá mi madre tenga razón y no haya ninguna realidad que me oprima, quizá me gusta ponerme en el centro cada vez, me gusta sentir la angustia y llorar. Puede que en el fondo, detrás de sus guantes de cocina, se esconda la verdadera guerrera y que yo, seguidora del liberalismo y del bien social no sea más que un bebe escondiéndose en su cuna.
Su pena se define como fracaso, ellos han fracasado como padres, y yo soy una desagradecida. No tengo de qué quejarme, mis lágrimas son herencia de esta generación débil, deben ser eliminadas para siempre. Yo soy feliz, qué extraño que lo haya olvidado, gracias al cielo está mi madre para recordármelo. Yo soy dinámica, alegre, vivaz, lista, linda, accesible, atenta, soy una joya a decir verdad ¿cómo pude olvidarlo?
Hoy no lloré señores, tampoco ayer ni los días anteriores. La realidad es esa que pintó mi madre, lo otro es marketing para los cursos de yoga anti estrés. La vida es alegre si no eres manco, tuerto, retrasado, feo, pobre, alcohólico y abandonado. Bajo este esquema muchas personas deben ser muy felices y saltar de alegría por las calles. Yo no los veo saltando, es más los veo hundirse. Pero, ¿quién soy yo para decir estas cosas? no soy siquiera mayor de 21 años, en esta sociedad soy un bebe, una niña fresa que va a pasearse a centros comerciales, tiene celular, computadora y eligió la carrera que quiso estudiar.
No puedo obviar el contraste entre mi dolor y el mundo, mama lo siento, seré tonta si quieres, pero no puedo obviarlo. La realidad palpita y no va del rosa al negro, ni de la luz a la sombra; seré dramática si quieres, y nadie querrá aguantarme, pero las cosas son como son y no me puedes decir que no es así.
Pero en la consciencia del hundimiento y en la piel sensible a las tristezas de segundo orden (por ponerles un nombre) se esconde la posibilidad de una felicidad más verdadera y más bella (y también, es cierto, más dolorosa) que la que tu madre te promete/impone/recuerda.
ResponderEliminarMe gustó tu escrito. Te mando besos desde Barcelona.
Sip, detrás de toda esa maraña de cosas feas descansa algo mucho más bello, pero el camino me parece en extremo tortuoso
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