Fue un deseo, pero no un deseo cualquiera, en él había gran emoción,
-Quiero un hermano.
Claro que no me hicieron mucho caso, y yo no entendía realmente lo que implicaba lo que pedía, simplemente quería tener un hermano para jugar y platicar. No me había puesto a pensar que ese hermano tendría sus deseos, sus problemas y obstáculos para enfrentarlos. Por suerte no pensaba tantas cosas y lo que yo quería era un hermano feliz.
Tampoco contemplé el hecho de que hasta ese entonces había sido hija única, por lo tanto un poco acostumbrada a ver las cosas suceder según mi parecer. Pero si recuerdo bien no fui tan insoportable, no más que cualquier otro hermano. Él fue creciendo y se hizo más travieso, lo cual no era sino signo de buena salud, no podía esperar que siempre jugara mis juegos.
Nuestra vida era muy sencilla, todas las tardes comíamos juntos, incluso nos mudamos junto al trabajo de mi padre para no interrumpir esa costumbre, buena o mala, no sé pero costumbre al fin y al cabo. Pero los tiempos difíciles, como todo obstáculo no tardó en llegar y los cubiertos fueron desapareciendo. Primero el de mi papa, luego el de mi mama, con lo que quedábamos mi hermano y yo. Creo que desde ese entonces empecé a imponer mis reglas de otra manera, no en los juegos, sino en el orden y modo en que tendrían que pasar las cosas en la casa. Claro, yo no lo veía de ese modo, cometí un error y como tal no podía saber qué cuando pensaba seguir órdenes lo que en realidad hacia era imponerme constantemente sobre él.
Poco a poco nos acostumbramos, mi madre consiguió un mejor trabajo, es decir, uno que le permitía compartir la tarde con nosotros, pero yo ya no podía volver a mi antiguo papel, donde sólo era una hermana.
No conseguía ser una hermana de las que juegan, ni de las que gastan bromas o comparten momentos espontáneos...no yo era todo orden y modos.
Ahora mismo no sé si eso es lo que nos ha distanciado, no sé bien si es eso o si se trata de una razón entre tantas, la cosa es que ya soy mayor y veo con claridad mi error y lo entiendo, pero no por eso consigo ser más despreocupada, simplemente me lo guardo.
Él ha llegado a un punto donde quisiera hacer ciertas cosas como mis padres le dicen que debería hacerlas, promete llevarlas a cabo, pero al último momento hace completamente otra cosa. No sé si sienta alguna clase de dolor o no, qué exactamente pase por su mente. No sé porqué siento que él está sufriendo y por lo mismo no consigo enojarme con él. Me entristece que lo regañen tan a menudo pero entiendo la razón, con cada regaño tengo ganas de preguntarle porqué, pero debo guardar silencio, probablemente él también lo ignora.
Entiendo que mis padres se vuelvan locos y no puedo hacer nada al respecto porque soy simplemente la hermana, pero no puedo consentirlo, ni jugar con él ni distraerlo porque lo estaría sacando del castigo que mis padres le han impuesto y que no pienso contradecir porque es coherente. Y por otro lado yo sé que entre más veces lo regañen menos escucha, pero no puedo hacer nada, no puedo, soy sólo su hermana.
Como hermana debo simplemente estar ahí, hacerle saber que estoy con él y nada más.
Y si hubiera sabido que me iba a doler tanto ver que me cuesta tanto trabajo acercarme a él hoy seguiría deseando un hermano, pero habría evitado ser tan controladora e imponer siempre mis reglas del juego. No me quejo, sólo pienso que es difícil, muy difícil.
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