Siento que mis piernas se vuelven cada vez mas pesadas a medida que se acerca el día de su llegada. Me da la impresión que buscan echar raíz, están cansadas de deambular sin saber si el camino por el que van es real. El suelo está de nuevo a mis pies y el cielo ha vuelto a ponerse por encima de mi cabeza. El aire me envuelve pero no me sacude. Mis padres están por llegar y en el fondo siento que he encontrado el centro, un centro, el punto de equilibrio desde donde puedo enraizarme. La realidad se me hace menos vaporosa conforme avanzan los días. El peso de mi cuerpo me cansa, me retiene, estoy aquí, existo en este instante en este lugar.
Un año buscándonos exclusivamente a través de nuestras voces. Recordando el perfume de su piel, la sensación de sus manos sobre mi cabeza y entre mis manos. Viviendo en un mundo abstracto lleno de recuerdos, de deseos y de esperanzas sin admitir. Sin necesidad de mi cuerpo para encontrarlos, sin necesidad del suelo o del cielo para ubicarme en el mundo, lejos de un aquí o un allá, estuvimos siempre juntos. Pero el inminente encuentro de nuestros cuerpos, de nuestra voz y de nuestro corazón revoluciona el frágil equilibrio en el que estaba viviendo.
El primer cambio se está llevando a cabo en mi cuerpo, en la pesantez de mis piernas y poco a poco de mis pies, de mis brazos, de mis manos, de mi espalda, de mi cabeza. Otro ciclo esta por comenzar.
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