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La pesante ligereza de Lucie Mora - Tercera parte, XXI

Ciudad de México – 2010
Todo momento se resume en este presente que habito, en el futuro al que creo poder llegar y en el pasado que no deja de volver a mí como una pesadilla. Toda mi historia contada como una tragedia, mi propia existencia poniéndose a prueba. El siguiente paso podría ser la inanición, quedarme en cama todo el día, quizá en una clínica que vaciaría el monedero de mis padres y me harían morir antes de culpa que de desnutrición. Mi cuerpo de mujer puesto a prueba, quizá ahí se me iba la oportunidad de tener hijos más tarde. No que los quisiera en ese momento, pero en este presente que no cesa de volver me habría hecho estéril, sería estéril, soy estéril. Nada puede nacer de este cuerpo seco, de esta mente tiranizada y ahora vacía.


“He intentado escribirte Eduardo, pero ya no puedo decirte nada. Ni los poemas absurdos que te solía hacer me nacen ahora. Pero sé que este no es el final para mí porque algo en el fondo se revuela al verme tan apagada, como una braza que se resiste a la dominación de las cenizas. Soy un poco narcisista, y siempre he pensado que alguien debería escribir un libro sobre mí, y creo que si ese alguien existiera diría que se puede ver detrás de mi tristeza una estrella fugaz. Te quiero Eduardo, y porque te quiero nunca te diré todo esto, porque aunque quieras oírlo no nos sacara de la neblina. Te diré que tenemos que separarnos, por nuestro bien y sabes que solo digo la verdad. Te mentiré porque no te confesaré lo mucho que tienes que ver en mi enfermedad y también en mi recuperación, no te lo diré porque no sabré decirlo mañana, siempre encuentro las palabras adecuadas entre sueños, como si los dioses me ayudaran un poco a pensar bien las cosas. Pero al despertarme apenas sabré decir mi abecedario y entonces preferiré decirte que te dejo porque es mejor así. Si pudieras sentir esa braza luchar por su existencia en mi interior, tu corazón entero me abrazaría y formaríamos un solo cuerpo y no querrías dejarme jamás, ni yo a ti. Sin embargo algo me dice que me falta mucho aún para renacer de mis cenizas y ya sabes el resto. Eduardo no olvides que te quiero.”

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Palabras de enojo, De felicidad, Espontáneas, Nadie las toma en serio pero tú.  Por ser espontáneas creen que escapan a la reflexión. Pueden perdonarse, son ajenas a la voluntad. Creen que son meros reflejos, rezagos de nuestras emociones. Sólo tú sabes que son pensamientos inmaduros, mal formados, profundos y siempre voluntarios. Cada palabra tiene su peso, un valor y un poder.  Ninguna palabra puede ignorarse bajo pretexto que se dijo espontáneamente, eso me lo enseñaste tú.

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