Cuando salí de la casa en la mañana el aire estaba fresco y las gotas de
rocío desviaban los primeros rayos de sol. Eran tan grandes que apenas hubiera
podido sostener una entre mis manos, parecían desafiar la ley de la gravedad al
sostenerse tan naturalmente en el pasto. Quise hacerme de una de esas gotas
porque hoy era un día especial, mamá quería hacer la mejor comida del mundo a
mi papá. Ellos dos se quieren mucho, a papá le da por sorprenderla con viajes y
aventuras insólitas; mientras que mamá siempre está lista para llenar su cotidiano
de detalles dulces.
El agua de rocío era difícil de capturar, a menudo uno veía esa esfera
perfecta desaparecer con sólo tocarla. Cuando fallamos en la colecta sentimos
una gran tristeza, los preparativos son tardados y se requiere
cierta experiencia para elegir la gota adecuada. Lo más importante no es el
tamaño, sino que tenga una forma esférica perfecta; en segundo lugar, es
imperativo observar cuáles tuvieron los primeros rayos de sol del día; y
finalmente, saber instalar una escalera de fibra de tulipán. Por eso cuando rompemos
la ligera tensión que las mantiene en forma nos entristecemos, ya que, no les he
dicho aún, el tiempo de exposición del rocío al sol influye directamente en su
calidad. Con la gota del primer rayo solar se hace el té de raíz de rosas, una
bebida que hasta hace un par de siglos estaba solo al alcance de la nobleza,
pero que ahora todos podemos consumir en eventos de gran importancia. Esa agua
también nos sirve para hacer las distintas sopas festivas, entre las que
destaca la de hoja de tomate y la de semillas de pepino. Finalmente las
propiedades que le otorga ese primer rayo solar hace que el agua se convierta
en una suerte de rejuvenecedor y un vigorizante, por lo que se destinaba a la
persona mayor de la casa o a aquel que se festejaba. Conforme la exposición al
sol aumentaba, el agua perdía sus atributos, arruinaba cualquier té de raíz de
flores y servía tan solo para hervir alimentos o hacer aguas de sabor. La
diferencia entre el agua de rocío expuesta al sol y el agua recuperada de la
lluvia no era mucha, algunos dicen que no existe.
No sabría decirles desde cuándo data la utilización del rocío. Se dice que
su belleza por las mañanas cautivó a los primeros druidas de nuestra
civilización y que basándose en los textos religiosos descubrieron que el uso
de esferas servía a limpiar el alma. Pero conforme fue creciendo nuestra
sociedad y los druidas dejaron de ser miembros apartados de los movimientos
políticos, económicos y militares de la ciudad el uso de las esferas formó
parte de los rituales de la gente. Se consideraba solamente su aspecto
espiritual y médico, purgaba el cuerpo y el alma de sus males, siempre y cuando
se consumiera en los días de ayuno. Pero con el tiempo, el agua perdió su
aspecto meramente religioso y pasó a ser un elemento noble y la imagen misma de
nuestra bandera. Así que la presión era mucha cada que teníamos que recoger estas
esferas, de eso podía depender el éxito de la fiesta. Mamá me había pedido con
tanto amor que saliera a la colecta que esta mañana sentía mi corazón palpitar
de la misma manera que cuando me iban a hacer un examen, pero los nervios
podían ser mi peor enemigo para esa misión.
El té de raíz de rosa se dejaba reposar bajo la luna llena y se almacenaba
en bocales de fibra de tulipán en las bodegas. Todas las casas de la comunidad
tenían bodegas en el sótano, sin ellas nos podíamos quedar semanas o meses sin
comida, porque al vivir en la cercanía del bosque los peligros eran muchos para
seres tan pequeños como nosotros los Tumklin. Cada Tumklin adulto mide dos centímetros,
tiene una forma humanoide con la diferencia que posee un oído interno, por lo
que no tiene orejas como el ser humano. Suelen ser velludos y tener el pelo
corto, los colores de nuestro pelaje son muy variados y con tendencia a ser
opacos. Dado nuestro tamaño todo desplazamiento es una gran inversión de
energía y tiempo, por lo que tendemos a conformarnos con lo que se encuentra
cerca de nuestras casas. De no ser por el té de raíz de rosa, todo lo que
consumimos lo hacemos localmente o lo intercambiamos con nuestros vecinos. Lo
más valioso en nuestra cultura no tiene ningún precio, sino que es fruto de
nuestro esfuerzo.
Sería impensable e imposible crear un mercado de esferas de agua ya que no
son almacenables, pero sobre todo porque uno debe usar aquella que cautivó su
mirada. Varias gotas pueden recibir el primer rayo solar, pero solo una nos
cautivará lo suficiente para hacernos ir por ella. También si confiamos la
misión a alguien externo a la familia o con quien no hemos compartido
suficientes cenas y veladas podemos encontrarnos con una mala sorpresa. La
esencia de los platillos elaborados en dichas ocasiones se encontraba en la
armonía entre el sol, el agua y su efecto en nuestro espíritu, los Tumklin
buscamos vivir en armonía.
Así que en la mañana llevé conmigo los hilos de fibra de tulipán, la
canasta de hierba seca y la cobija de pétalo de flor salvaje. Me había lavado
las manos con aceite de pepino lo que facilitaba el trenzado de la escalinata,
la gota estaba a tres minutos de la casa, reposaba en lo alto de la hierba
reflejando los colores del cielo. Las hierbas a su lado se veían sólidas así
que me dispuse a juntarlas y a entretejer la escalinata entre ellas. Cubrí la
canasta con el pétalo y subí delicadamente hasta llegar a la altura de la
esfera cristalina. Pude ver mi reflejo deformado por la circularidad de la gota
y mi pelaje morado parecía de un rosa pálido con la luz del sol. El aire olía a
tierra húmeda y un poco a leña quemada por los humanos. Como aún quedaba un
poco de aceite en mis manos las froté suavemente, un poco de aceite facilitaba
la tarea, pero demasiado arruinaba la colecta. Acerqué primero la mano derecha
poniéndola arriba de la gota y moví la izquierda hacia la base o su soporte,
aún no la tocaba, si temblaba la tronaba, ese era el momento decisivo. Respiré
hondo y con seguridad llevé ambas manos al mismo tiempo bajo la gota, esperaba
sentir el agua recorrer mis brazos, pero sucedió todo lo contrario, jamás había
tenido la oportunidad de sentir la perfección de su superficie tersa. Absorta y
sumida en una especie de trance, mis manos y mi cuerpo empezaron a moverse
automáticamente, coloqué sin saber realmente cómo la esfera en la canasta. El
pétalo aseguraba mantener su forma, bajé la escalinata y la desarmé con
relativa facilidad. Sentía la felicidad subir bajo forma de calor a mi rostro
mientras caminaba hacia la casa, estaba tan sorprendida de mí misma, era la
primera vez que lograba hacer la colecta, mamá estaría tan contenta y papá tan
sorprendido de tener el privilegio de consumirla.
Todas las casas Tumklin poseen una pipeta de ámbar para extraer el agua de
la esfera sin destruirla. Nuestra casa no era la excepción, la intención era la
de conservar la forma de la gota a lo largo de su utilización, ya que eso le
permitía conservar sus propiedades y la distinguía del agua corriente. Al final
del día quedaba tan sólo un fragmento de la esfera, esa pequeña porción era la
que consumía la persona honrada del día, en ella se encontraba lo mejor de lo
mejor del agua, el verdadero elixir. Esta mañana fue el inicio de otra
dimensión en mi vida, en la tarde mamá me mandó a recolectar las hojas de
tomate y la sopa de esa tarde, no sería como ninguna sopa que hubiera comido
antes en mi vida.
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