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Entre dormir y despertarse

Mi mente es un torbellino, cada día se desplazan mis recuerdos y mis emociones, y nunca puedo encontrarlos en el mismo lugar. Cuando me despierto a las tres de la mañana siento que todo está acomodado en mí de manera armónica, hago sentido y lo que me rodea también. Pero soy más biológica que espiritual y eventualmente me da sueño, y al despertarme por segunda vez ya no soy el ser lúcido de la madrugada.

Es justo en el instante que escucho sonar el despertador que me doy cuenta que una vez más todo se ha desplazado en mí, no empiezo mi día en el mismo sitio en el que me había dejado el día anterior, me siento impotente. Antes decía que me daba miedo dormir y me quedaba despierta hasta no poder mantener por un segundo más los ojos abiertos. Solo entonces era bueno dormir, perdía conciencia del miedo y al día siguiente no podía recordar donde estaba la noche anterior. Ese ciclo era interminable, pero eventualmente se transformó.

Ahora me despierto sin falta todas las madrugadas, a veces por un instante, otras veces por horas. Me siento en mi cama, observo bien todo lo que me rodea y tomo conciencia plena de mi cuerpo. La madrugada es reveladora, vivo y entiendo lo que soy en este mundo, cada minuto es solamente mío y nada, absolutamente nada puede desviarme de mi tranquilidad. Luego duermo, llego a lugares llenos de sentido pero que no comprendo, y después...después el despertador.

Debo vestirme y de nada sirve ver por la ventana ya que sé que hará frío, pero no me puedo quitar el hábito de ligar el sol al calor y de dejar mi suéter en el armario. Debo tomar el metro, pero no es mi metro, este es otro, muy pequeño y adecuado para esta ciudad. Y a pesar de lo que dije no puedo realmente recordar mi metro, sé que es naranja y dependiendo la línea que se tome los asientos son verdes o azules o metálicos o algo; también sé que la línea siete suele oler a llanta quemada y que por momentos grandes nubes de humo invaden el andén; sé que a eso de las 6:50 am acceder al andén de la estación Observatorio es igual de complicado que salir del Palacio de los Deportes después de asistir a un concierto; sé que eso es así porque son cosas que me han marcado pero no las recuerdo realmente. Debo hacer aquí cosas que siempre he hecho pero que aún no tienen mucho sentido y eso me deja en el limbo. No entiendo lo que pasa, no he creado una historia aún y ahora no consigo tener una imagen clara de mí ni aquí ni allá.

Hoy es una de esas noches en las que me daba miedo dormir y que ahora he aprendido a transformar en momentos de lucidez. Y tengo mucho que transcribir: pasar los sueños en palabras, los sentimientos en imágenes, las ideas en realidades abstractas que puedan viajar a través del tiempo y del espacio. Sin embargo, antes necesito ver si existe un patrón entre todos los recuerdos y emociones que siento desplazarse. ¿Se dirigirán hacia un sitio específico?, ¿van a destruirse o transformarse?

El reto es acordarme de todo esto mañana, situarme en el mismo lugar en el que estoy ahora, (quizá si acomodo bien mi cama mi yo del futuro podrá acompañarme cómodamente ahora) y regresar a este punto preciso de mi meditación. Por desgracia no sé escribirlo todo aún, las cosas se me aparecen en otro idioma y a pesar de que lo entiendo no lo domino lo suficiente como para ponerlo aquí, de manera que requiero volver a este lugar mañana y pasado mañana y así hasta que sepa escribir correctamente.

Y ahora que se me ha terminado el día deberé considerar dormir, dejar todo en esta posición y esperar que en la madrugada el mundo se me abra bajo esta luz reveladora.

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