La casa sigue llena de ruido, Ángela no quiere volver al bullicio, las caguamas vacías regadas por la cocina, el olor a cigarro impreso hasta en las toallas, risas tontas que se elevan al techo. El parque está prohibido, es de noche, la inseguridad asalta, hombre sin rostro que parece amezanarnos a todos detrás de todo árbol. ¿Quién es ella? ¿Por qué tanto ruido? ¿Para que jugar a ser toda una dama? Tonta prima, no es ninguna de las cosas que pretende ser, sin embargo algo bueno debe de tener, el enojo recorre las venas de Ángela.
-¿Oye, quieres salir hoy? pregunta Federico
-Sólo puedo por la noche. Responde Ángela
-Uh, en la noche no puedo, hay demaciado tráfico.
-Ah, bueno entonces te marco.
¿Y si el día empezara de noche, no serían las cosas más sencillas? conciertos nocturnos, todos los días y no sólo en domingos culturales. El día se compone de momentos yuxtapuestos y convertibles.
La ciudad se ve gris, está muerta junto con toda la gente sonámbula que quiere entrar a casa causando graves embotamientos en las grandes avenidas. El autobús se sigue llenando, todo sucede en silencio.
-¿Desea ver algo en especial? pregunta una vendedora a Ángela.
-No gracias.
El centro comercial estaba vacío, claro nadie desea comprar perfumes un miércoles por la noche, no es un día hecho para hacer regalos. Si fuera al piso de abajo llegaría a la dulcería, pero no sabe hacia donde camina, se deja llevar por manos invisibles. Refugio, ocultarse entre la gente común, rodearse de sus voces, no involucrarse con nadie.
-Hola, ¿dónde estás?
-En Liverpool, tú ¿cómo te va?
-Terminé mis asuntos, no hay tanto tráfico, ¿paso por ti?
-Sí, no quiero volver a casa, siguen todos allí armando la fiesta.
Se acerca con un beso entre los labios, todo se disuelve, la ciudad sigue gris, sólo que ya no se nota tanto. Se vuelven parte de la gente común qué pasea por un centro comercial, viéndolo todo, sin comprar nada; conversando con palabras extrañas. Podrían quedarse en silencio y decir más, pero eventualmente la interacción con el mundo exterior se hace necesaria.
-¿Ya viste el vestido?
-Está horrible.
-¡Ha! te lo iba a regalar.
-Por favor.
Siempre se puede menospreciar la realidad, es un ejercicio loable que sólo se puede hacer entre dos o más personas. El enojo se ha perdido, salió con las palabras y ofensas dirigidas al mundo.
-Te llevaré a tu casa, ¿mañana comemos juntos?
-Sí, y gracias.
-Ya no tienes cara de perdida, me alegra.
Ángela se limita a sonreír, todo ha vuelto a estar en su lugar. Los intrusos siguen en la casa, la prima sigue hablando con su voz llena de prepotencia. Ya no le importa, esa realidad ha sido rebajada.
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