La casa está en silencio, Adriana aún no se ha despertado. Él le ha dejado una nota cerca de la cafetera, es un día más de trabajo. Las calles rebozan de movimiento, los ruidos de la ciudad crecen, el sol sube, él bebe su café en el auto, hay tráfico. En sus sueños Adriana es feliz, no consigue volar pero ríe mucho, por desgracia no consigue recordar qué la hace reír. Suena el despertador voltea a su izquierda y nota que él se ha ido. Sus ojos hinchados intentan ver la hora, su cabello está en desorden, su piel caliente se eriza al quedar fuera de la cama. Camina descalza por la cocina, lee la nota y se deja caer sobre el taburete. El café sigue caliente, el pan tostado se ha enfriado, nada fuera de lo común. Llegó a su oficina, cansado de los distintos claxons que lo acompañaron. La incomoda silla de la oficina le hace recordar su dolor de espalda, mismo que no lo ha dejado desde la remodelación. En su escritorio encontramos una computadora vieja, folders nuevos de colores aburridos, ...
Sigo buscando el principio de mi historia.