El cuarto parecía estremecerse, las paredes se acercaban las unas a las otras y el techo poco a poco amenazaba con tocar mi nariz. Los rayos de sol se adelgazan y dibujaban delgadas líneas sobre la pared blanca. La cómoda de madera se veía polvosa y todas las cosas que la rodeaban estaban igual pero no las podía ver. El aire me ahogaba, y no tenía modo de encontrar la puerta, pensaba que cerrando los ojos podría olvidar el miedo que me daba tener el techo tan cerca. Después de un tiempo sentí que por alguna esquina entraba un poco de aire, un hilo muy delgado de aire frío que pasaba por mi espalda y mi vientre. Busqué dónde podría estar ese hueco, pero el cuarto estaba ya tan pequeño y las paredes estaban tan cerca de la cama que no conseguía imaginar el lugar en el que se encontraba. Finalmente, sentí cerca del pie izquierdo un pequeño agujero por el cual podía ver la lluvia caer. El olor a humedad invadió el cuarto, las paredes se hicieron blandas, se confundía con...
Sigo buscando el principio de mi historia.