De vez en cuando, me veo obligada a matar el tiempo. Cada que lo intento reflexiono sobre mi misma en ese preciso y eterno instante. Matar el tiempo es un intento por olvidar la presencia, pero les recuerdo que no es algo que se busque, sino que simplemente llega. Siento que soy espectadora de una pieza teatral sin sentido. Hay algo que aún no entiendo en la mecánica de este mundo y no me deja adentrarme. Creo conocer la historia, pero no distingo las escenas ni su conexión. No sería digno de mí ponerme a llorar o dejar el auditorio, ya sea por respeto a los actores o por dejar pasar el momento que tanto he esperado: el momento en el que me dan una invitación. Así que tomo el mejor asiento y dejo los minutos pasar, se extienden me agobian. Cada vez entiendo menos, se mueven y hablan, para mí no significa nada, estoy fuera de todo, soy lo diametralmente opuesto y extrínseco a ese pequeño mundo con sus actores. Ya olvidé cuando llegué y no sé si algún día me iré, ellos han estado siempre...
Sigo buscando el principio de mi historia.