No sé cifrar la vida. Pero puedo fraccionarla infinitamente. A veces, la siento pasar como una gota de agua, melódica, constante, irritante por momentos. El tiempo es la única medida de mis acciones; se mide según la sensación de hambre o sed; se mide a través de la ansiedad de no volverlo a vivir; se mide en el dolor que resiento al ver ciertas fotografías; se resiente en el modo en que se desvanecen las memorias y las recreo a partir de objetos dispersos. El tiempo es el único parámetro del valor de las cosas, de las personas, de los lugares. No quiero aprender a cifrar la vida, deseo seguir maleando su infinitez e ignorar cuánto he vivido o me queda por vivir.
Sigo buscando el principio de mi historia.